
“Tengo miedo de explicarle a mi hijo la muerte de su abuela.”
Esa frase tan común encierra una de las experiencias más delicadas y difíciles en la crianza: hablar de la muerte con un niño. Como adultos, la muerte nos confronta con el dolor, el miedo y la incertidumbre. Pero los niños, al igual que nosotros, también sienten tristeza, angustia y desconcierto cuando alguien cercano fallece. ¿Cómo acompañarlos en el duelo? ¿Cómo comunicar la muerte de manera que puedan comprender y gestionar sus emociones?
La importancia de hablar de la muerte con naturalidad
Vivimos en una sociedad donde la muerte se silencia. Se evita. Se esconde. Muchas veces, con la intención de proteger a los niños, optamos por no hablar del tema o apartarlos de los rituales de despedida (tanatorio, entierro, misa…). Pero esto puede ser contraproducente. Los niños perciben todo: notan la tristeza de sus padres, el silencio en casa, los cambios de rutina… y si no les damos palabras ni un espacio emocional para procesarlo, pueden sentirse confundidos y solos.
¿Por qué es importante explicar la muerte a los niños?
Porque los niños, al igual que los adultos, necesitan entender lo que pasa para poder gestionarlo. Necesitan que los acompañemos, que les expliquemos con claridad y, sobre todo, con verdad. De esta manera, les enseñamos a transitar el duelo y a desarrollar recursos emocionales que les serán fundamentales a lo largo de su vida.
¿Cómo explicar la muerte a un niño?
Usa un lenguaje sencillo y honesto
Cuando hables con tu hijo o hija, adapta tus palabras a su edad y nivel de comprensión. Evita eufemismos como “se fue”, “está dormido” o “ahora es una estrella”, ya que pueden generar confusión. Expresiones como:
- “El abuelo ha muerto. Eso significa que su cuerpo ha dejado de funcionar, ya no respira ni piensa, y no volveremos a verlo”
- “Es normal que sientas tristeza o tengas ganas de llorar. Cuando alguien muere, nos duele porque lo queremos mucho.”
Estas frases, aunque duras, ayudan a los niños a comprender conceptos clave del duelo como la irreversibilidad de la muerte, su inevitabilidad, y el impacto emocional del vínculo perdido.
Acompaña emocionalmente y valida sus emociones
Permite que el niño haga preguntas, exprese sus dudas y sentimientos. No hay respuestas perfectas, pero hay presencia. Si no sabes qué decir, está bien decir “no lo sé, pero estoy aquí contigo”. Eso también educa emocionalmente.
Utiliza recursos visuales o simbólicos
Los cuentos infantiles, las historias sobre el ciclo de la vida o imágenes de la naturaleza (como una flor que se marchita o una mascota que murió) pueden ser herramientas muy útiles para explicar la muerte a los más pequeños.
Un caso real: cómo acompañé a Carlos en su duelo
Hace unos años, acompañé a un niño de 8 años —al que llamaremos Carlos— tras la muerte de su tío. Compartiré este fragmento como ejemplo práctico para ilustrar cómo hablar con un niño sobre la muerte:
—Laura, ¿qué le ha pasado a mi tío Juan?
—Carlos, tu tío Juan estaba muy enfermo. Lo viste cada vez con menos energía. Ayer al mediodía, murió.
—¿Qué quiere decir que murió?
—Que dejó de vivir. Ya no respira, ya no sentirá nada más. Pero lo seguirás queriendo y recordando, porque fue muy importante para ti.
—¿Dónde está ahora?
—En el tanatorio, un lugar donde la gente va a despedirse. Su cuerpo está en un ataúd, que es una caja de madera. Él ya no respira. Puedes ir si quieres, y si tienes miedo, puedes pedir que alguien te dé la mano.
—¿Y después qué pasa?
—Iremos a la iglesia y después al cementerio. Allí su cuerpo será enterrado. Algunas personas llevan flores o hablan con él.
—¿Y a dónde va mi tío?
—Esa es una gran pregunta. Algunas personas creen que su alma va al cielo, otras creen que está cerca para protegernos. Tú irás encontrando lo que tú crees con el tiempo.
—¿Y volverá?
—No, cuando alguien muere no vuelve nunca más. Por eso duele. Pero aunque ya no esté, el amor que sientes por él se queda contigo.
Este tipo de conversaciones, aunque difíciles, son profundamente necesarias.
Enseñar a vivir también es enseñar a despedirse
Acompañar a un niño en el duelo es un acto de amor profundo. No se trata de evitar el dolor, sino de estar ahí para transitarlo juntos. Mostrar el duelo, llorar frente a ellos, hablar de la persona fallecida, mantener recuerdos… todo eso enseña que sentir está bien. Que la muerte forma parte de la vida. Y que aunque las personas mueran, el amor permanece.
Laura Jiménez Pereta
Psicóloga General Sanitaria | Col. 16981
Co-fundadora de Calma de Mar
Especialista en duelo infantil y acompañamiento emocional