Confiar en los demás ha sido como un péndulo que ha ido de un lado para el otro a lo largo de mi vida, oscilando entre confiar y desconfiar. Como si se tratara de tener una convicción y posicionamiento firme “(todos) los demás son confiables”, “No puedo confiar en los demás (nadie)”. Pasaba es que si confiaba en todo el mundo y me abría como un libro con tapas pesadas al mundo, acababa sufriendo en algunos vínculos. Y si me cerraba, me aislaba del mundo entrando en un aislamiento, como un oso que se mete en su cueva en una especie de hibernación social. Así, me preguntaba, ¿Cuál es la solución para vincularme en el mundo?
Desde nuestra concepción, nacemos y crecemos dentro del vínculo. Y las primeras interacciones cuando somos pequeños son desde la emoción. Así que ser un ser social y emocional es intrínseco al ser humano.
Venimos al mundo con una predisposición de confianza básica hacia los demás. Lo que sucede es que ante situaciones donde nos sentimos heridos (traicionados, abandonados, rechazados, sin amor,…) suceden experiencias que, por ser demasiado intensas y dolorosas, acaban siendo traumáticas. Son demasiado para nuestro cuerpo en ese momento. Para protegernos, desarrollamos conductas de evitación (lucha o huida) o, por el contrario, se nos hacen familiares y tendemos a “aceptarlas”, mostrando una desprotección por defecto hacia ellas (por la parálisis).
Cuando más temprano sucede el trauma, más impacto tiene en la configuración de nuestra identidad.
Esto no sólo nos pasa a nosotros, sino que interactuamos con personas que llevan su mochila y sus mecanismos de protección. Y así, convivimos en un mundo donde todos interactuamos desde la proyección de nuestra historia, encajando a la perfección complementariamente con las historias y proyecciones de los demás.
No sé si te ha pasado como a mí, y te has encontrado en la tesitura de confiar o desconfiar de los demás. Yo ahora pienso que el mundo de las interacciones humanas es a la vez, maravilloso y complejo a partes iguales. Como muchas experiencias de la vida. Tiene sus ambivalencias. Y lo que sé, como persona más bien extrovertida, es que necesito de los demás para estar bien. Disfrutar de la comunidad, del estímulo social y de la riqueza que experimento cuando estoy con otros. Eso ya no es discutible.
Hoy en día, me he dado cuenta de que, para mis relaciones más cercanas, me sirve tener como una especie de filtro, desde el que observo qué tipo de interacciones me permiten seguir siendo quien soy libremente. Quiero decir con esto,
que yo sienta que está bien ser como soy cuando estoy con esa persona,
que el reflejo que me devuelve de mí es positivo y aceptado. Que no está hacia mi persona desde la crítica o menosprecio. Que aunque vea mis vulnerabilidades, errores, carencias, sienta que esa persona me acepta y me quiere tal y como soy. Y por supuesto, intento hacer lo mismo para con la otra persona. Esto implica reconocernos, es como si mirándonos a los ojos podemos ver al otro y sentirlo digno de amor y confianza. Si hay algún malentendido, que lo podamos hablar para volver a ver al otro tal y como es. Ya que con lo de las proyecciones, pasa constantemente, nuestra herida de infancia se manifiesta siempre en las relaciones más cercanas.
Otro signo de confianza es que, ante un conflicto, si siento la necesidad de hablar con esa persona de lo que sucede,
sienta y sepa que cada cual puede reconocer su parte,
sin que sienta que todo el peso recae sobre mí. Poder ver juntos qué sucede entre nosotros y buscar soluciones comunes para reencontrarnos. En definitiva, reconocer cada cual su parte en el conflicto cuando lo haya.
Habrá conflictos, son inherentes a las relaciones humanas. Pero para mí, lo importante es que los podamos hablar, intentando no dejar asuntos pendientes importantes.
Esto me permite tener relaciones sanas, que además siento que son un gran apoyo en mi camino.
La soledad es la enfermedad del siglo XXI, como decía Eduard Punset.
Espero que te sirva mi experiencia y te ayude a reconocer cuáles pueden ser tus filtros de seguridad. Porque los extremos no suelen ser una buena solución, y hay que encontrar como todo en la vida, el punto justo.
Con cariño,
Marta